La redistribución de la renta y la riqueza.

En casi todos los sistema económicos existen ciertos elementos que confieren un grado más o menos conseguido de redistribución de las rentas.

Existen aun voces que otorgan validez a tesis diferentes, que valoran los puntos positivos de que esta redistribución nunca se llevara a cabo, y en cierto modo no les falta razón, el problema es que aunque existen beneficios de que no exista la redistribución, los prejuicios asociados podrían ser aun mayores, dejando por tanto unos valores netos negativos.

En general, en la economía existe el trade-off (o disputa entre dos objetivos), entre la equidad y la eficiencia. Hay por tanto voces que dan más validez sobre la eficiencia, que repartiría menos el dinero entre todos pero que “a través del mercado” este se destinaría a las manos más eficientes, y nos haría crecer más.

Y el problema es ese mismo, el crecimiento.

Otros como yo nos posicionamos más en el centro, y además nos hacemos preguntas también algo extremas o raras. ¿Es el crecimiento el fin óptimo de la economía? Por que en realidad la definición real era la de administrar y gestionar los recursos para que cubran nuestras necesidades.

Hoy la entrada es corta, es más de reflexión, por que nadie tiene una respuesta cierta y yo no pienso darla como tal. Podemos seguir, por tanto, con la tónica de preguntas. ¿Tenemos alguna responsabilidad, como sociedad, de proveer las necesidades de todos? ¿Cómo apoyar a los que tienen menos sin privar de incentivos al resto de querer aumentar su riqueza? ¿Hasta que punto debe existir esta redistribución?

El impuesto a la banca no es ninguna panacea.

Días atrás venimos oyendo noticias sobre el nuevo proyecto político de imponer una tasa a la banca, un impuesto que intente gravar el riesgo cometido por las entidades bancarias, que creará un montante utilizable en caso de que vuelvan a aparecer problemas financieros.

¿Pero es acaso esto una verdadera solución al problema?

Podemos primero mirar el lado teórico sobre los desincentivos creados sobre el riesgo, es decir, si teóricamente una tasa puede realmente desincentivar el riesgo. Este apartado puede ser más “académico” (de hecho quedará entre medias, los no entendidos pueden no entenderlo, y los entenderlos reprocharlo), pero espero que sea accesible para todos.

Primero establecemos una función de la rentabilidad con respecto al riesgo. Es sabido por todos que a mayor riesgo, para que alguien quiera invertir en dicho activo, debe dar como contraprestación una mayor rentabilidad, así que la función sería creciente. En cuanto a su convexidad o concavidad, lo dejamos de lado, y la suponemos lineal.

Por otro lado suponemos que los individuos son aversos al riesgo, es decir, que para invertir en un activo con más riesgo se le debe dar más rentabilidad (la explicación es la misma en los dos casos, la diferencia radica en que el individuo tiene unas preferencias convexas, es decir, existe un máximo de riesgo que está dispuesto a tomar, y un mínimo de rentabilidad por la que está dispuesto a invertir. Gráficamente, un individuo dado encontrará el óptimo al unirse las dos funciones en el punto que más utilidad le de:

Dado este ejemplo, el individuo tomaría el activo financiero con la rentabilidad r y el riesgo g. Que pasa si ahora imponemos una tasa al riesgo. Esto significa que con el mismo riesgo, la rentabilidad cae, y el individuo debe buscar otro activo que maximice ahora su utilidad. 

Y lo haría, como podemos ver en la alineas punteadas (función por debajo de la anterior), escogiendo un activo con más riesgo y mayor rentabilidad (pormenorizada por el impuesto).

Explicación práctica: Al imponer el impuesto, se produce una brecha entre la rentabilidad real y la efectiva. El individuo, para mediar entre las dos, escoge un activo que tenga menos rentabilidad que antes del impuesto, pero más de la que conseguiría con el mismo activo, y la única forma de hacerlo es arriesgándose más.

Es decir, desde el punto de vista teórico, este impuesto no tiene sentido.

¿Por qué? El impuesto no desincentiva el riesgo, lo único que hace es bajar la rentabilidad de todos los activos. Ahora bien, es posible que algunos digan: Bien, es justo lo que queremos, en realidad nos da igual lo que hagan los mercados, siempre y cuando vayan recopilando dinero a través del impuesto para poder actuar en casos de crisis.

Pero, ¿Es esto realmente posible?

En primer lugar, todo el dinero que se vaya recopilando, ¿Dónde se mete? ¿Se guarda en un cajón, o se reintroduce en el sistema económico? Por que si se vuelve a meter estamos en las mismas, tiene la misma facilidad de perderse que cualquier otro activo. ¿Si lo mantienen los bancos pero se van a la quiebra, estamos seguros de que ese fondo, consistente en un tanto por ciento va a poder subsanar sus perdidas? Puede que exista la posibilidad de que incluso se creen mercados secundarios por donde vender los fondos creados. Los bancos  más solventes pueden financiar a otros con el fondo a cambio de un interés… la historia de siempre.

¿O lo van a guardar los estados? ¿Qué más da entonces? Muchos países tienen deudas públicas más grandes que su PIB, ese fondo no es nada comparada con la deuda que tienen.

Los bancos tienen asegurada la ayuda estatal de todas formas, así que aunque el fondo no llegue los estados seguirán aportando, ¿Cómo? Mediante prestamos, ¿pues porqué no seguimos así y nos dejamos de zarandajas?

¿Y dejar el dinero de lado? El dinero pierde valor constantemente, surgen nuevas instituciones, la economía crece. EL fondo creado hoy no podrá servir dentro de cinco años, cuando el mundo haya crecido un 4%, pues el fondo tendrá que haber sido un 4% más grande, la oferta está continuamente creciendo, los números también…

Lo que hay que hacer es dejarse de zarandajas. Si queremos que los bancos no jueguen con el dinero hay que buscar soluciones directas, no medias tintas que intenten joder a los financiadores de la economía. Los bancos son necesarios, una de las instituciones más importantes, más vulnerables y posiblemente más especuladoras. Hay que actuar seriamente, con cautela, pero con firmeza.

El problema griego, los mercados y el dinero.

En economía van surgiendo esporádicamente retazos de historias, pequeñas porciones de realidad que evolucionan a lo largo del tiempo. Las crisis fundamentan gran parte de estas historias, sobre todo por que son mucho más rápidas, importantes y publicitadas.

El caso griego es uno de ellos.

El problema financiero que ha destacadazo al país ha sido anunciado como la antesala de los problemas de la región periférica de Europa, en donde, mal que nos pese, nos incluimos.

Y los mercados financieros no atienden a razones de acuerdos y publicidad engañosa, únicamente a expectativas (más o menos) racionales.

Cuando un país emite deuda pública lo hace para poder refinanciarse y llevar a cabo las políticas que así desean, estas deudas son un reflejo de la opción internacional de las expectativas del país en el largo plazo. Si esta deuda se vende  aun interés muy alto, significa que, por media, para que alguien se “arriesgue” en invertir en el estado griego le deben dar una interés muy alto.

Cuanto más interés pidan los mercados, más riesgo se creerá que hay. ¿Y como se mide si algo es alto o bajo? Pues como en economía no hay nada absoluto se ha de medir o comparar con otro país, en el caso Europeo, Alemania, con menos problemas de este tipo.

Así, se le suele denominar “prima de riesgo” a la diferencia entre el interés de la deuda pública griega y el interés de la deuda pública alemana (es, podríamos decir, la rentabilidad de más que hay que dar por el aumento de riesgo).

Así que Grecia, aunque tenía aun sus dudas sobre si acudir al FMI o a Bruselas, a pedir ayuda, y mientras a España le interesa ayudar porque cuando antes acabe todo este embrollo menos posibilidades tiene de que le salten chispas, se comienza a hacer una antesala a la ayuda definitiva.

El hecho de que durante semanas todas estas “ayudas” no se hayan descrito, se hayan puesto en duda, se hayan negado, se hayan pactado, etc, han creado diversos vaivenes en los mercados financieros, y finalmente, tras un incremento notable de esta prima de riesgo el estado griego por fin empezamos a ver algo de la activación del rescate.

Por un lado, esto incrementará el riesgo que los agentes consideran que existe puesto que hasta el propio país lo está reconociendo (activando la ayuda), por otro lado en el medio plazo deberíamos  ver como el riesgo cae al establecerse de un a vez por todas la anunciada ayuda.

Pero el problema aun no ha acabado, y aunque se consiga solucionar en el corto plazo el problema financiero griego (en los mercados, ya que en su economía se tardará bastante más), la pregunta es, ¿Comenzaran los mercados a jugar con algún otro país? ¿España quizás? ¿O seguirán por otro más pequeño como Portugal?

Sistema de bienestar: La mentira de un sistema democrático para tener callado a un país.

Muchas veces he hablado de que no existen los imposibles. En economía, mal que nos pese, no podemos sacar bienestar de debajo de las piedras. De igual forma que un médico no puede curar a un paciente con un disparo en la cabeza,  un mecánico arreglar un coche destrozado en mil pedazos (rotos), y un economista, no puede arreglar por arte de magia un sistema que tiene sus deficiencias, sus limitaciones.

Por otro lado, un sistema tributario que intenta ser justo a través de consideraciones objetivas y subjetivas modeliza, a través de escalas progresivas, la igualación o no polarización de las rentas, creando a su vez un sistema y entramado social que cubre de necesidades a todos por igual.

El estado, que tiene necesidad de introducirse  en un sistema liberal para dotar de igual poder a ambos lados de la balanza, empieza a recargarse de ciertas fricciones que deja al trasluz un vacío de contenido que asusta, escondido tras la pared de la publicidad encubierta, y los gastos genéricos de un sistema de bienestar que se mantiene vivo, expectante de una realidad que le traiga del mundo de la ficción.

Podemos verlo claramente con el sistema de pensiones. Mientras unos intentan subir descaradamente los años a los que debe uno jubilarse, no se plantean alternativas, ni se escucha la voz de un pueblo que tiene mucho que decir. Un sistema democrático es aquel que es dirigido mediante la mayoría, no aquel que es dirigido por un dictador votado.

Existen ciertos elementos que distorsionan todo juicio sobre el sistema, que le quita la poca racionalidad que le queda. Yo siempre digo que no existe la justicia. Es un invento creado por el hombre para intentar lavarse las manos de los problemas que puedan surgir en sociedad.

Los jueces, de los que hablaré en otro momento, los numerosos e irresponsables jueces que determinan un sistema de ley tan objetivo como robótico, determinan cuestiones que rozan la moral, con la única salvaguarda de un juez superior, que, podamos esperar, haga su trabajo.

Para la jubilación te cuenta el último año cotizado. Independientemente de lo que hayas trabajado durante toda tu vida. ¿En qué lugar descansan todos aquellos que han sufrido la crisis en sus carnes, todos aquellos parados de más de 50 años, todos aquellos que no encuentran un lugar que ni los jóvenes encuentran, que vagan por un mundo que tardará en recomponerse, con familia, con deberes, con una vida y unos planes por delante?

Cobrarán el paro, sí. ¿Y luego qué? Por que aquí hay mucho prejubilado que puede darse en los dientes, pero hay muchos otros que se quedan en unas puertas a las que no pueden acceder, en un sistema que sigue primando por el poder.

No nos olvidemos. No existen los imposibles. No podemos, y es verdad, dar todo el oro del mundo a alguien per se. Pero somos racionales, o eso queremos llegar a ser. Y el juicio consciente de la razón que nos hace, debe ser fuente principal de la razón que nos impulse, y la que haga políticas, y la que haga cambios, y la que haga algo.

Vivimos en un mundo donde los políticos no se quieren poner de acuerdo. Donde si se votan no es por sus ideas, si no por compra de votos, y en un vano intento de aplacar un liberalismo económico nos encontramos pactando fuera del sistema de las puras ideas. Vivimos en un mundo donde la mitad de los políticos importantes está por vocación: por vocación a la nada. Mientras otros tantos permanecen callados en los márgenes del partido, donde las ideas se esparcen entre radicalismos y extremos.

Vivimos en un mundo irresponsable de si mismo. Seamos sinceros. Vivimos en un mundo donde nos importa una mierda lo que le pase al otro, siempre y cuando podamos enterarnos de lo que le pasa. Y si nos importa, no podemos hacer nada.

Vivimos en un mundo lleno de intermediarios, subcontrataciones, rigideces, publicidad, mentiras y medias verdades, falsedad, cinismo, humor vacuo y absurdo de los que no s intentan sacar la sonrisa, niños estúpidos y malcriados por unos padres que están demasiado cansados como para pensar por si mismos.

Vivimos en un sistema que llamamos de bienestar mientras el bienestar sigue siendo el objetivo a alcanzar.

Vivimos en un mundo donde queremos criticar, donde no leemos en verdad, prejuzgamos y ya está, y nos juntamos en grupo y nos reímos. Vasta ya.

Vivimos en un mundo falso, en una mentira, en una sinrazón. En un mundo injusto donde, a mi pesar, existen hombres que se creen justicia, hombres que se creen moral, hombres que se creen que saben la única verdad, que la imparten, que mandan…

Vivimos en una mentira, todos y cada uno de nosotros, por que nos gusta vivir así. Es la media concebida, la que no tiene que sufrir, la que calla y no se ahoga, y la que habrá de morir.

Ríanse, señores. Ríanse de la única y autentica broma que es la vida.

PD: Este es uno de esos post en los que intento hablar de una cosa y acabo hablando de otra. Será que hoy estoy cabreado.

Algunos objetivos son perjudiciales en un mundo que es puramente subjetivo.

El mundo cambia, el mundo varía y se adapta. El mundo sufre crisis y vaivenes y ciclos y auges y desastres. En un contexto de incertidumbre, en un contexto en el que el futuro no puede ser conocido, no podemos obligarnos a trazar un camino recto hacía un final que no conocemos.

Europa nos obliga a mantenernos en unos rangos sobre el déficit público, lo cual lastra nuestra independencia económica. No podemos decir que sea culpa de la Unión Europea el tratar bajo objetivos colectivos y agregados el de mantener una cierta estabilidad en sintonía con todos los países, pero esto no debería suponer un peligro, un peligro que no se ve, porque no puede verse.

Los países más adelantados ven mejorar sus demandas agregadas, y esto hace que el Banco Central Europeo pueda replantearse (y lo ha hecho ya, aunque de momento se mantiene quieto), subir los tipos de interés. No sólo eso, sino que se nos azuza para rebajar nuestro déficit público, no de forma progresiva o en sintonía con nuestro propio ciclo, sino con uno inventado a prueba de futuros ya arreglados.

No podemos, hoy en día, crear artificios pensando que tenemos todo solucionado. España tiene un problema, está claro, pero no por ello debe embarcarse en un camino a la locura transitoria.

El único camino para reducir el déficit al objetivo marcado en 2011 es que el gobierno realice magia económica, imposible de realizar, sino es subiendo impuestos y bajando el gasto público, algo que recrudecerá aun más la demanda agregada, en un contexto de incertidumbre, y donde los tipos de interés pueden subir en cualquier momento (en el medio plazo).

No hay que inventarse nada. Japón, una de las muestras más usadas para la comparación de los problemas derivados de crisis sobre burbujas y problemas financieros, pensaba a mediados de los años 90 que había dejado atrás una crisis muy pasajera. Fue entonces cuando decidieron tomar medidas como la subida del IVA, para mejorar sus finanzas públicas, deterioradas años atrás para el impulso de la demanda en la recesión. Sin embargo, el efecto fue perjudicial. La economía, aun mostrando síntomas de mejoría, no estaba del todo recuperada, y Japón redujo aun más su demanda, metiéndose de lleno en una trampa de la liquidez, en un proceso deflacionista y una década perdida, que tardaremos en olvidar.

España, Europa, no puede comprar los mismos billetes para un Titanic del cual ya sabemos su destino. No puede fijarse objetivos en un corto plazo bajo un contexto que no es favorable.

No existe la magia.

En realidad, podemos suponer que lo que está ocurriendo es justamente lo contrario a la trampa de la liquidez, (en el plano real y no monetario).

La política fiscal ha sido muy expansiva pero sin efectos reales en la economía, pues, ya que todos sabíamos que el momento de unas políticas restrictivas llegaría, y bajo el conocimiento de que la incertidumbre no nos dejaba gastar como lo hacíamos de normal, toda la ayuda ha sido guardada en forma de ahorro, ahorro que los bancos han utilizado en financiar al estado mediante la compra de deuda pública, lo más rentable ahora mismo. Un pez que se muerde la cola.

Es en casos como este donde nos damos cuenta de que no todo el gasto ayuda, sino que perjudica, una vez que estamos asomando la cabeza.

Es en casos como este donde nos damos cuenta de que lo que cuenta es la cabeza y no el despilfarro (que nunca, jamás, será un ejercicio beneficioso).

El mercado de trabajo y la flexibilidad laboral.

Pregunta de ElEconomista a Joseph Stiglitz

España apuesta por incrementar la flexibilidad laboral. ¿Es suficiente para salir de la crisis?

El problema de la flexibilidad laboral es que cuando se habla de flexibilidad se habla de reducción salarial. Y aquí hay un típico problema keynesiano de carencia de demanda agregada. Bajan los salarios y baja la demanda consumo. Y si no se consume, la economía no se despierta.

La clave de la flexibilidad, que en Estados Unidos ha representado un salto cualitativo de su economía productiva, ha sido que la flexibilidad va unida al concepto de movilidad, no de reducción salarial. Movilidad de pasar de un trabajo a otro, movilidad de desplazarse de un Estado a otro. Vale, es cierto, ahora nos hemos encontrado con un problema de hipotecas donde la gente está hasta el cuello y se ha frenado esa capacidad para la movilidad. Pero éste es el concepto, la flexibilidad laboral debe basarse en la adaptabilidad, no en menores salarios.

En Estados Unidos las características del mercado laboral son totalmente opuestas a la del caso español.

No voy a entrar en casos valorativos, pero para que os hagáis una idea, se puede fijar el paro medio de Europa en un 8%, mientras que el EEUU entorna el 5%. En cambio, la probabilidad de perder el trabajo en Europa (en un cuatrimestre dado) es del 4%, mientras que en EEUU es del 12% (Aproximadamente claro).

Una es más flexible que el otro, y lo primero que debemos preguntarnos es, ¿Es buena la flexibilidad?

Bueno la respuesta puede no ser tan clara como nos pensamos, y aunque está estudiado que la flexibilidad mejora la eficiencia, es posible que en una mayoría se intenten buscar otro tipo de objetivos (como la incertidumbre).

El problema está en que, ante una crisis, un sistema flexible está más capacitado que uno rígido a capear el temporal.

Una diferencia clara está en la movilidad. Pero en la movilidad como concepto íntegro. No sólo en España hay menos movilidad, es que incluso quizás sería buena que no hubiese.

En Estados Unidos la movilidad se traduce en una redistribución de la población, pero en España tenemos ya experiencia, los que se mueven, pueden tender a irse del país.

Mejores salarios nos esperan en el contexto europeo internacional, y una vez que te pones a moverte, en un contexto cada vez más próximo al conocimiento de idiomas necesarios, el viaje hasta Alemania o a Londres, no es tan difícil de proponer.

En España la movilidad, al menos creo yo, no es un problema. El problema es de incentivos, de calidad humana, de productividad.

Por ello sí que creo que en un sistema de salarios más ligado a la productividad, algo imposible ahora mismo, claro.

Yo, de forma idealista lo tendría claro. Un salario mínimo alto, a nivel europeo, que cubra las necesidades mínimas de cualquier ciudadano en un nivel corto-medio, que vaya creciendo según la inflación.

Y convenios de trabajo en los que los salarios aumenten según la productividad y otros factores. Hay empleos en el que la productividad no crece, no podemos fastidiar a los que están haciendo esos trabajos, ya que debemos recordar otra máxima, todos los empleos son necesarios, todos aportan, y aunque sea mínimamente, como en el ciclo de la vida, todos mantienen correctamente en su lugar al sistema.

De nuevo, obviamente, yo no voy a resolver el problema, no me pagan ni tengo la capacidad para ello. Pero como ciudadano y demócrata exijo que los políticos se reúnan para mejorar de una vez por todas el mayor problema de España, aunque no sé si eso es acaso posible. A corto plazo desde luego que no.

Publicidad segmentada. El futuro de la publicidad

Con forme las nuevas tecnologías se hacen con el poder de nuestra vida urbana, la publicidad debe trasformarse y evolucionar, convertirse en una nueva esencia que comparta beneficios para ambos lados de la moneda.

En primer lugar, existe hoy un pensamiento extremadamente negativo para una utilidad tan necesaria como es la publicidad. ¿Cuál es el problema del cual padecen los anuncios, por el que los individuos no toman en consideración, directamente positiva, la publicidad?

La respuesta es la molestia. Cuando vemos una película, una serie o un programa de televisión, la publicidad nos molesta. Cuando leemos el periódico, las páginas vacías y sin contenido expreso, más allá de la marca de promoción, nos molesta. La pregunta es: ¿Por qué nos molesta?

Está claro que por una parte es una empresa intentando vendernos algo, un producto, pero por otra es la formula más sencilla de obtención de información de la que disponemos, globalizada y adjuntada en aquello que realizamos, ver o leer.

Los que adjuntan los anuncios obtienen un beneficio, que les permite poner precios más bajos (o nulos, en el caso por ejemplo de la televisión o los periódicos gratuitos), la empresa es anunciada, y los individuos obtenemos información de la que disponer cuando queramos comprar.

Partiendo de sus beneficios, debemos volver a iniciar una progresiva transformación de la publicidad hacia lo que debe ser.

En primer lugar, debe estar segmentada. Yo no puedo comprarme un coche, me la suda la cantidad de anuncios de coches (por muy bonitos que sean). Igualmente me resbalan todos los anuncios de belleza femenina, por ejemplo. Esos minutos recargados con información que son potencialmente perdidos, me molestan a mi, por que no me dan información, y me están quitando mi tiempo, le molestan al vendedor, por que está pagando por algo por lo que no va a recibir contraprestación, y le molesta al canal porque, al molestarme yo, puede perder visionados.

En cambio, si los anuncios fueran exclusivamente de lo que realmente me interesa, podría incluso querer ver los anuncios. Todos ganaríamos.

Hasta hoy, no se puede hacer por la imposibilidad práctica de llevar a cabo esta diferenciación, pero hoy en día, o en el futuro, donde las películas y el ocio pasa en un alto porcentaje sobre Internet, sería todo tan sencillo como registrarte en la forma en que quieras ver los anuncios.

En el TDT sólo tendrías que poner tus preferencias, etc.

Todos esos minutos perdidos podrían realmente quitarse de la pantalla, y los cortes serían más pequeños. Siendo racionales, al final se quedarían en algo intermedio, pero aun así saldríamos ganando todos.

Algunos canales ya transmiten vía streaming por Internet, si se populariza, sería más sencillo aun. Y no hablo de hacerlo de aquí a un mes. Supongo que sería un cambio tan radical que harían falta años para implementarlo, pero es algo que debe comenzar a prepararse.

Narrativa económica: El señor Noel (4º parte)

Partiendo de la 3º parte: Papa Noel no está solo.

La fabrica de regalos

Así pues, una vez que el señor Noel tenga las cartas con los presentes que queremos, empezará a producirlos. Es algo ingenuo pensar que esperará hasta el momento en que se cree la demanda efectiva de regalos y, como cualquier otro empresario, Papa Noel comenzará la producción partiendo de demandas estimadas, análisis de mercados y otro tipo de estadísticas provistas por los duendes versados en la ciencia económica.

Esta demanda estimada podrá ser más o menos acertada, pero condicionará la producción que se realizará durante el año, ya que podemos suponer que el trabajo de los duendes no es gratuito, y no es bueno explotarlos de forma ilógica fabricando juguetes que irán directos al almacén por un exceso de producción.

La dirección no debe ser fácil, así que Papa Noel debe ser un hombre formado en la administración empresarial, un gerente nato, un gordinflón con cientos de años de experiencia en el mercado fabril.

Aunque no podemos pensar en todo este conjunto de acciones como una empresa aislada, sino como una compañía, ya que también debemos extender las funciones de la empresa a los acuerdos comerciales que se derivan de la publicidad o el propio reparto. Todo el servicio, desde la producción hasta el reparto es provisto por la misma compañía, sin subcontratar enanos duendes o humanos.

Esta compañía tendrá, como todas, a parte del director y jefe, el señor Noel, una junta de administración formada por duendes enanos que asesoraran y harán el trabajo organizativo que él mismo no puedo realizar.

Deberá tener estadísticas actualizadas de las demandas potenciales que pueden llegar en navidad por lo que tendrá espías duendes en las tiendas que informaran periódicamente de las ventas pormenorizadas derivadas de los cumpleaños. Y tendrá una serie de duendes enanos, la gran mayoría, que participaran y trabajaran directamente en la fabricación de los regalos.

Nada hace pensar que la fabrica funcione de manera diferente a una fabrica normal. Sólo que esta debería ser gigantesca para tener secciones especializadas para todos los regalos, un área de investigación en I+D (Porque es muy posible que muchos de los nuevos inventos provengan de los propios duendes, recordemos que tienen siglos de experiencia), áreas de descanso, etc.

La comunicación entre las secciones de fabricación y los departamentos estadísticos y de análisis económicos deben ser cruciales. Los materiales no pueden ser derrochados en regalos que luego nadie va a querer ni a pedir en sus cartas. Sin embargo las diferentes secciones entre si no deberían o no tiene porqué comunicarse entre sí. Es decir, pueden existir muchas fabricas y no sólo una, como método de especialización, siempre y cuando estén cohesionadas o comunicadas con una sede central dirigida por Papa Noel.

Aunque es muy importante el hecho de la movilidad intersectorial de los propios duendes. Los regalos navideños dependen en gran medida de las modas, y es muy posible que un año se necesiten una gran cantidad de duendes en una fabrica o sector en la que al año siguiente no se necesiten tantos. Estos duendes han de poder moverse y trabajar en otro tipos de regalos, y lo que es más importante, ajustarse a las nuevas tecnologías.

Para ello Papa Noel, o el conjunto de asesores-duende que él mantiene, deben  capitalizar la empresa con la última tecnología, de forma que la producción pueda, no sólo aumentar, sino ajustarse a los estándares de las nuevas demandas.

La forma en que los duendes utilicen estas maquinas estará, en mucho, limitado por la propia capacidad de los duendes, que deberán aprender a usarlas, obligándoles a realizar un esfuerzo agregado que muy pocas veces se vera trasladado al propio salario (si es que acaso reciben alguno). Pero supongo que la cantidad de bastoncillos de caramelo que podrán comer será mayor.

Pero lo importante de la fabricación no es en realidad, el proceso productivo, sino la forma en que pueden llegar a realizarlo. Recordemos que no obtienen ingresos, y que tampoco compran las materias primas en nuestra sociedad, o los habríamos visto haciéndolo (cientos de duendes se hacen notar), por lo que debe existir una sociedad secreta llena de duendes, que permita por si misma la sustentabilidad de la propia fabrica.

Sociedad cobarde

No pudo más que rendirme y criticar la sociedad cobarde en la que todos nosotros vivimos.

No puedo más que sentirme frustrado ante la creciente oleada de políticas populistas que encierran las más ilustradas artes de la manipulación de los más cobardes y estúpidos.

No es la primera vez en la historia que ante crisis económicas y sociales, la población se encierra y echa los balones fuera y culpa o busca culpables donde no los hay, siempre intentando buscar una razón ajena que nos ponga a nosotros como los sufridores, los que deben mejorar, los que deben superar el bache.

La ideología más sencilla del mundo, la más cobarde, vuelve a ganar adeptos por toda Europa, extendiéndose de forma silenciosa, a manos de aquellos que engañan, que mienten, que no quieren mirar al lado, como caballos que se ponen a si mismos sus propias anteojeras.

El centro se escora y volveremos a empezar. La sociedad sigue dispuesta a mantenerse quieta y callar, pues sólo sabemos gritar al vecino y llorar. No somos lo suficientemente fuertes como para luchar entre todos y al final lo vamos a pagar.

Somos unos cobardes,  por no intentar luchar por la paz.

Operaciones no ligadas

Cuando hablamos de información perfecta, ligada al funcionamiento del sistema económico, nos referimos a que el sujeto tiene plena capacidad de conocimiento sobre todo lo que le pueda concernir a la hora de tomar decisiones económicas.

Esto, obviamente, es imposible, pero a parte de las numerosísimas implementaciones que se hayan hecho en teoría económica sobre el tema de la imperfección, hoy me he dado cuenta de las cuantiosas operaciones no ligadas que acometemos diariamente.

En primer lugar, podemos presuponer que en realidad todo esta conectado. Todas las decisiones, todas las acciones, todos los pensamientos, incentivos y relaciones están conectadas, de forma caótica, de forma invisible.

Hasta ahora presuponemos que toda la red de relaciones tiene la misma velocidad de traspaso, pero no tiene por que ser así.  La velocidad a la que una información se transforma en acción en el mercado bursátil puede ser, y de hecho es, mucho más rápida que la velocidad a la que uno recibe un dinero y va a comprar el pan. Son hechos totalmente diferentes, compuestos de personas totalmente diferentes. La heterogeneidad de los agentes económicos es por tanto crucial.

Pero no es de eso de lo que quería hablar, sino de las relaciones económicas que llevamos a cabo sin darnos cuenta.

En cierto modo si lo hacemos, pero al no poder cuantificar lo dejamos al margen, como una probabilidad que se hace cierta tras un periodo de tiempo esperado.

Hablo, por ejemplo, del desgaste.

Cuando vamos a comprar el pan, o a realizar cualquier tipo de relación social (y económica, que es nuestro caso), estamos llevando a cabo un desgaste, por ejemplo de los zapatos. Sí, jaja, lo sé. Obviamente, cuando hablamos de este tipo de gastos son gastos tan nimios, tan podríamos decir, absurdos, que no entran dentro de nuestros planes.

Simplemente juntamos todo el desgaste en la esperanza de que los zapatos nos duren uno o dos años.

Las empresas toman el coste como la amortización puesto que la depreciación tiene niveles muy altos. Los consumidores en cambio no tomamos en consideración estos costes hasta que deben producirse.

Estas operaciones crean espacios blancos entre las relaciones interconectadas de las que hablaba.

Son pequeños, son nimios. Pero hay que hablar de todo, también de las suelas de los zapatos.