Muchas veces he hablado de que no existen los imposibles. En economía, mal que nos pese, no podemos sacar bienestar de debajo de las piedras. De igual forma que un médico no puede curar a un paciente con un disparo en la cabeza, un mecánico arreglar un coche destrozado en mil pedazos (rotos), y un economista, no puede arreglar por arte de magia un sistema que tiene sus deficiencias, sus limitaciones.
Por otro lado, un sistema tributario que intenta ser justo a través de consideraciones objetivas y subjetivas modeliza, a través de escalas progresivas, la igualación o no polarización de las rentas, creando a su vez un sistema y entramado social que cubre de necesidades a todos por igual.
El estado, que tiene necesidad de introducirse en un sistema liberal para dotar de igual poder a ambos lados de la balanza, empieza a recargarse de ciertas fricciones que deja al trasluz un vacío de contenido que asusta, escondido tras la pared de la publicidad encubierta, y los gastos genéricos de un sistema de bienestar que se mantiene vivo, expectante de una realidad que le traiga del mundo de la ficción.
Podemos verlo claramente con el sistema de pensiones. Mientras unos intentan subir descaradamente los años a los que debe uno jubilarse, no se plantean alternativas, ni se escucha la voz de un pueblo que tiene mucho que decir. Un sistema democrático es aquel que es dirigido mediante la mayoría, no aquel que es dirigido por un dictador votado.
Existen ciertos elementos que distorsionan todo juicio sobre el sistema, que le quita la poca racionalidad que le queda. Yo siempre digo que no existe la justicia. Es un invento creado por el hombre para intentar lavarse las manos de los problemas que puedan surgir en sociedad.
Los jueces, de los que hablaré en otro momento, los numerosos e irresponsables jueces que determinan un sistema de ley tan objetivo como robótico, determinan cuestiones que rozan la moral, con la única salvaguarda de un juez superior, que, podamos esperar, haga su trabajo.
Para la jubilación te cuenta el último año cotizado. Independientemente de lo que hayas trabajado durante toda tu vida. ¿En qué lugar descansan todos aquellos que han sufrido la crisis en sus carnes, todos aquellos parados de más de 50 años, todos aquellos que no encuentran un lugar que ni los jóvenes encuentran, que vagan por un mundo que tardará en recomponerse, con familia, con deberes, con una vida y unos planes por delante?
Cobrarán el paro, sí. ¿Y luego qué? Por que aquí hay mucho prejubilado que puede darse en los dientes, pero hay muchos otros que se quedan en unas puertas a las que no pueden acceder, en un sistema que sigue primando por el poder.
No nos olvidemos. No existen los imposibles. No podemos, y es verdad, dar todo el oro del mundo a alguien per se. Pero somos racionales, o eso queremos llegar a ser. Y el juicio consciente de la razón que nos hace, debe ser fuente principal de la razón que nos impulse, y la que haga políticas, y la que haga cambios, y la que haga algo.
Vivimos en un mundo donde los políticos no se quieren poner de acuerdo. Donde si se votan no es por sus ideas, si no por compra de votos, y en un vano intento de aplacar un liberalismo económico nos encontramos pactando fuera del sistema de las puras ideas. Vivimos en un mundo donde la mitad de los políticos importantes está por vocación: por vocación a la nada. Mientras otros tantos permanecen callados en los márgenes del partido, donde las ideas se esparcen entre radicalismos y extremos.
Vivimos en un mundo irresponsable de si mismo. Seamos sinceros. Vivimos en un mundo donde nos importa una mierda lo que le pase al otro, siempre y cuando podamos enterarnos de lo que le pasa. Y si nos importa, no podemos hacer nada.
Vivimos en un mundo lleno de intermediarios, subcontrataciones, rigideces, publicidad, mentiras y medias verdades, falsedad, cinismo, humor vacuo y absurdo de los que no s intentan sacar la sonrisa, niños estúpidos y malcriados por unos padres que están demasiado cansados como para pensar por si mismos.
Vivimos en un sistema que llamamos de bienestar mientras el bienestar sigue siendo el objetivo a alcanzar.
Vivimos en un mundo donde queremos criticar, donde no leemos en verdad, prejuzgamos y ya está, y nos juntamos en grupo y nos reímos. Vasta ya.
Vivimos en un mundo falso, en una mentira, en una sinrazón. En un mundo injusto donde, a mi pesar, existen hombres que se creen justicia, hombres que se creen moral, hombres que se creen que saben la única verdad, que la imparten, que mandan…
Vivimos en una mentira, todos y cada uno de nosotros, por que nos gusta vivir así. Es la media concebida, la que no tiene que sufrir, la que calla y no se ahoga, y la que habrá de morir.
Ríanse, señores. Ríanse de la única y autentica broma que es la vida.
PD: Este es uno de esos post en los que intento hablar de una cosa y acabo hablando de otra. Será que hoy estoy cabreado.