Democracia y listas abiertas.

Que la gente está harta de el actual gobierno no es nada nuevo. Tengan o no razón los que critican las decisiones del presidente, el hecho es que no sería sano para la propia España, ni para el propio PSOE que Zapatero volviese a presentarse a las elecciones.

Sin embargo, el sector en contra del PP sigue activo, y tampoco es que estos hagan mucho para llamar más la atención positiva de los votantes.

Como punto añadido, tenemos el debate sobre Tomas Gómez y Trinidad Jiménez que puede darle sentido al hecho de traer de nuevo y por siempre el debate sobre las listas abiertas.

Es ilógico que si más de medio mundo prefiere listas abiertas estás sigan siendo tabú en el mundo político, como niños haciendo odios sordos a su madre a la hora de comer mientras juega con sus cocinitas de plástico.

No sólo es necesario un debate sobre las listas abiertas, sino sobre el sistema electoral al completo. Izquierda Unida y UPyD (entre otros), deben obtener más representación, y que no existan esas diferencias abusivas entre el coste de votos de unos y otros.

El problema es que a los políticos por un odio les entra y por el otro les sale. Es como hablar con un matón que tiene tu bocadillo en lo alto, te va a dar igual las veces que lo digas. Y digo yo, igual que nos manifestamos de la mano de sindicatos por un contrato de trabajo, ¿No podemos manifestarnos en contra de nuestro sistema electoral? No iría nadie, creo yo, y lastraría aun más el debate.

Creo que también habría que cambiar el sistema de queja de los ciudadanos. Las manifestaciones han dejado de tener sentido, no consiguen nada, más que desahogar a los pocos que s quejan de verdad para que puedan dormir bien ese día mientras los periódicos dan unos vaivenes de datos de asistencia que asustan a cualquiera.

Hay que cambiar muchas cosas. Porque tenemos una democracia de pacotilla.

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