Productividad y salarios españoles.

A colación de el pequeño análisis del problema español, hoy quiero echar una rápida mirada sobre los costes laborales.

Los costes laborales miden, en cierto modo, la competitividad de un país, basandose en la relación entre los salarios, o coste por trabajador, y la productividad.

Lo normal sería que los salarios aumentaran proporcionalmente con la productividad, por que esto nos indicaría que no existirían problemas ni rigideces en el mercado de trabajo que impidan o afecten a los precios.

Una persona, por mera inercia humana, querrá siempre aumentar su salario, es normal. Un país de igual forma también quiere que el salario medio entre sus trabajadores aumente, o al menos llegue a ser comparativamente mejor o parecido al de sus vecinos, en este caso, los países europeos más fuertes.

Pero no podemos pedir imposibles.

El nivel de renta per cápita tiene que andar, a largo plazo, cogido de la mano de la productividad, por que si no, cualquier aumento que tengamos en los salarios irá destinado al aumento en los precios, dejando, en primer lugar, un salario real igual o menor al de antes, y en segundo lugar, un país deteriorado exteriormente por una productividad que no puede hacer frente al mercado internacional.

¿Y como nos ha ido?

Podemos ver en primer lugar los costes laborales españoles.

A diferencia de los gráficos siguientes, este refleja las tasas de crecimiento, tanto de los costes laborales, como de la productividad y los salarios. Pinchad en ellos para verlos mejor.

Los costes laborales van casi clavando el mismo registro que los salarios. Es decir, el coste que el trabajador le genera al sistema económica es casi su propio salario, un poco menos por la productividad generada claro, pero esta es tan pequeña, que apenas se deja notar. De hecho en gran tramo de la gráfica, el crecimiento de la productividad está en torno al 0%, es decir, que podemos decir que desde 1995 los trabajadores tienen la misma productividad.

Esto no puede ser. Nuestro problema, fundamentalizado en el capital humano, nos tiene que pasar factura, y de hecho lo está haciendo, con unas tasas de paro y unos problemas económicos sobre el potencial de crecimiento que nos dejan estancados.

El paro no es más que el reflejo de esta baja productividad. El PIB ha bajado menos que en otros países, pero, como cada trabajador aporta a ese PIB mucho menos que en otros países, para que se diera esa bajada en la producción ha habido que expulsar del mercado a muchísimos trabajadores.

El modelo económico ha sido un desastre.

¿Como vamos internacionalmente? Supongo que ya nos lo podemos imaginar, pero para verlo claramente:

El país que mayores registros de crecimiento en los costes laborales presenta es España, y el que menos Alemania. En España, estos costes se multiplican por más de cuatro, mientras que en Alemania no aumentan casi ni un 50%.

Luego no nos podemos extrañar de que sea la potencia europea, y el foco de exportaciones y centro de gravedad de la zona euro.

Así que echamos un vistazo a la productividad comparativa.

España tenía un registro más o menos parejo al del resto hasta mediados de los años 90, en donde la productividad, como ya hemos visto, se estancó.

Podemos ver un ligero descenso y un ligero aumento en los ultimo años del periodo, e incluso tras esta crisis la productividad ha aumentado bastante, pero sólo como efecto de que los que menos productivos eran (trabajadores de la construcción y derivados) se han ido mayoritariamente al paro, subiendo la tasa media.

Subir la productividad es un requisito necesario, difícil de conseguir pero tan útil e indispensable que hay que hacer lo que sea para conseguirlo.

El problema español es que no sabemos motivar su ascenso, por motivos de contratación (muchos empleos temporales que no incentivan el aumento de productividad del trabajador) o de especialización (en sectores como la construcción o el turismo).

La convergencia europea a largo plazo es el objetivo. Pero en España se nos llena mucho la boca con políticas derivadas, y tenemos la economía totalmente olvidada.

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